Resumen
Siempre que pienso en don Rufino, me lo imagino rodeado de libros por todos lados, porque él fue un bibliófilo de tiempo completo, y bibliopola en su juventud. Por la correspondencia epistolar que sostuvo con don Ezequiel Uricoechea, descubrimos que Cuervo y don Venancio González Manrique se ocupaban en la importación de libros que Uricoechea despachaba desde Europa por los años 1869 y 1870. Los importadores bogotanos se servían de otras personas para colocar la mercancía que consistía principalmente en libros de texto, de temas religiosos, novelas francesas y diccionarios de la Real Academia. La noble profesión de librero estaba como hecha a la medida para don Rufino. Su nombre viene a sumarse a los de tantos hombres ilustres que entre nosotros han ejercido este oficio: don Fidel Pombo, don Miguel Antonio Caro, don José Vicente Concha, don Miguel Abadía Méndez, don Salvador Camacho Roldan, don Lázaro María Pérez, don Jorge Roa, para citar unos nombres.