Resumen
En la dramática de Calderón se observa la técnica de caracterizar por un habla distintiva a específicos personajes. Uno es el siervo morisco que se comunica con una jerigonza de descoyuntada gramática; y el otro, un labrador tosco que se expresa rústica y desaliñadamente. En ambos casos se recurre a una convención estereotipada y esquemática que responde, en su origen, a formas dialectales. Estos aspectos lingüísticos tienen como propósito el diseñar un tipo cómico, cuyos parlamentos ridículos entretienen y ofrecen solaz al público. En la sociedad aristocrática de los Habsburgos la falla en el buen decir, propia de palurdos y criados moriscos, era motivo de burlas, seguro recurso de risas.
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