Resumen
En 1883 un poeta bogotano de frente amplia y barba nazarena recorría las resbalosas calles de piedra que desde las verdes laderas del cerro de Monserrate se aquietan, por fin, en la plaza de Bolívar. Había leído a Bécquer y a sus imitadores —"Encierran en poesías cortas, llenas de sugestiones profundas, un infinito de pensamientos dolorosos"— y, como corresponde a la época, a Victor Hugo. Pero ahora, en la estrecha callejuela y frente a "un balcón, blanco y dorado, obra de nuestro siglo XIX", admira "una muy vieja ventana colonial".
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