Resumen
Si en finales, la colectividad lingüística decidiera huirle a la ortografía con fundamentos poco científicos y facilistas y, por ende, entrar a jubilar sus normas, con la idea de que constituyen una camisa de fuerza sin lógica mayor, y hasta una tortura para aquéllos que se les dificulta el reglado ortográfico, ya por limitación de su memoria visual, ya por su apatía a la lectura (métodos propicios para aprenderla), entonces no sería justa la apreciación de los entendidos en el tema, así como la de García Márquez, que nos parece ha sido el último en opinar sobre reformas de nuestra ortografía. Esta añeja polémica y ese viejo pleito, como lo titulara el último de los filólogos colombianos, nuestro venerable maestro don Rafael Torres Quintero (q.e.p.d.), se remonta hasta el Renacimiento con don Elio Antonio de Nebrija. Cada vez que se tiene un aniversario más de la muerte de Cervantes y del nacimiento de Shakespeare, así como de la exaltación de nuestro idioma, sale a relucir este tema, que no por ser demasiado socorrido deja de tener profundas raíces lingüísticas, fina trascendencia y singular historia.