Resumen
En 1978, en un excelente artículo publicado en la Nueva Revista de Filología Hispánica, mi admirado amigo Samuel G. Armistead, uno de los mejores conocedores actuales del romancero tradicional hispánico, recordaba que el Paraguay, junto con otros países hispanoamericanos (Bolivia, Ecuador, Panamá, Honduras, El Salvador, incluso México), constituía, aún, una "laguna" en el panorama de los trabajos dedicados a este tipo de estudios.
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