Resumen
Desde que, lector deslumbrado, cayó en mis manos Cien años de soledad y me puse en contacto con ese mundo ardiente, multicolor y sonoro, creado por Gabriel García Márquez, con esa realidad que no es solamente mito cósmico de creación o metáfora de la historia de un continente o versión onírica de una peripecia nacional o (aunque es todo ello conjuntamente) abrumadora fantasía verbal e imaginativa, sino que, al mismo tiempo, es también recreación penetrante y exacta de un concreto ambiente americano, el de la Costa atlántica colombiana, me atrajo, quizá por una involuntaria 'afinidad electiva' de mi oficio de lingüista, ese nombre que, en el centro del microcosmos todo de la novela, atrae, polariza y ordena las peripecias vitales de sus personajes: Macondo.