Resumen
Pocos pueblos han tenido un destino tan cruel como el de los sonrientes taínos que en 1492 recibieron a Colón y su gente en las acogedoras playas antillanas. Los que llegaron en son de paz pronto les hicieron injusta guerra. Y en pocos años, derrotados, diezmados, aturdidos, los escasos sobrevivientes tuvieron que aceptar el nuevo orden de vida impuesto por los vencedores.
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