Resumen
Al leer estos y otros testimonios similares en las diversas memorias sobre Henry Sweet, confundo involuntariamente estas apreciaciones con la profunda impresión que dejaron en mí la primera conversación ocasional que sostuve con J. R. Firth en una taberna de Nueva York hacia el final de la década de los años cuarentas y la última charla cordial de junio de 1960 en su acogedora casa de Lindfield.
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